Tejer vínculos de fraternidad en nuestra vida cotidiana

Tejer vínculos de fraternidad en nuestra vida cotidiana
Foto:| Suriyawut Suriya (vecteezy)
Hace muy poquito, atravesaba una calle en la ciudad de Las Palmas de Gran Canaria. Iba pensativa y deprisa porque necesitaba hacer unas gestiones y el tiempo se agotaba.

Mientras caminaba, en medio de mis prisas, advertí a un señor que solicitaba ayuda para comer. Le sonreí y seguí mi camino. Realizadas las gestiones, regresé por la misma ruta y el señor continuaba allí. Esta vez me detuve a saludarle. Mientras sonreía, me dijo: «Estaba seguro de que pararía porque me sonrió al pasar. ¡Gracias!». Compartimos un ratito y nos despedimos. Sus palabras de despedida lograron sorprenderme de nuevo: «¡Adiós, Dios la bendiga!».

De regreso a casa, meditaba en silencio el hecho. Me di cuenta que mi actitud había cambiado. La sensación de agobio que sentía minutos antes había desaparecido y me sentía tranquila y feliz. Este bienestar se tornó en agradecimiento por el encuentro. ¡Cuánto me había regalado aquel señor en tan poco tiempo! Realmente me sentí bendecida por sus gestos y palabras: me sonrió al llegar a su altura y me despidió con una bendición. ¡Me sentí realmente bendecida! Aquel señor me había liberado de mi ansiedad y había hecho posible que yo recuperara la quietud interior y pudiese contemplar con otra mirada lo que ocurría alrededor. Recuperar la conciencia del momento y el sentimiento de gratitud es algo indescriptible que no agradeceré lo bastante. Por la noche continué haciendo un repaso de los encuentros que he vivido este curso con las personas con las que crezco en lazos y vínculos fraternos y las bendiciones que también ellas me han regalado.

Traigo al corazón los encuentros con Iliana, empleada de hogar, entregada al cuidado de una persona dependiente que se ha quedado en situación irregular en España, tras seis años trabajando. Su empeño por tomar conciencia de su situación y defender sus derechos es una bendición para mí. A Daouda le fue denegada su solicitud de protección internacional y ha presentado un recurso. Estuvo trabajando cuatro meses en una obra y lo han despedido. Ha encontrado un trabajo precario por horas en una agencia y sueña con poder tener pronto la residencia que le permita encontrar un trabajo digno. Daouda me bendice con su alegría. Fall inició sus estudios en la Escuela MeSumaría. A través de esta escuela, consiguió un contrato con una empresa que, además de trabajar, le permite formarse en técnicas de repoblación forestal y cuidado del medio ambiente. Forma parte del grupo Acogida Digna, cuya andadura iniciamos en el mes de diciembre de 2020 en Arguineguín. En las reuniones, nos cuenta la difícil situación que vive su país, Senegal, y que está preocupado por su familia, pero no pierde la ilusión de regresar algún día con el dinero que pueda ahorrar para poner en práctica lo que ha aprendido aquí. Fall me bendice con su disponibilidad y su esperanza. Geraldine huyó de su país porque temía por su vida y la de su hijo de nueve años. Ha solicitado protección internacional y realiza los trámites para solicitar la RAI a la que tiene derecho. Me siento bendecida por su fe, fortaleza y ternura. Ani es una joven madre, trabajadora de una residencia de mayores. Es miembro del comité de empresa y se encuentra, junto a varios compañeros, en huelga desde el pasado mes de marzo. Desde entonces, cada semana realizan concentraciones delante de la empresa a la que el Cabildo tiene subcontratado el servicio. Cuando me acerco para acompañarles me duele su indefensión, pero me siento bendecida por su tesón y su esperanza en la lucha que mantienen para que sean reconocidos sus derechos laborales.

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¡Cuántas bendiciones recibidas también en mi familia, en mi equipo, en la HOAC diocesana! Con inmensa gratitud, doy gracias al Padre Madre por todas las personas que pone en mi camino. Ellas son hermanos y hermanas, signos de su presencia amorosa que me humaniza y sostiene en el camino. Recuerdo las palabras de Francisco: «Reconocer a cada ser humano como un hermano o una hermana y buscar una amistad social que integre a todos no son meras utopías. Exigen la decisión y la capacidad para encontrar los caminos eficaces que las hagan realmente posibles…» (Fratelli tutti, 180).

Me animo y te animo a dedicar un tiempo este verano para orar y cultivar la memoria agradecida por todas las bendiciones recibidas durante este curso a través de las personas con las que vamos tejiendo vínculos de fraternidad, personal y comunitariamente y que nos ayudan a construir el Reino y sembrar esperanza.

Renueva en mí la pasión

Renueva en mí la pasión
aquella que quedó impresa
adentro, en mi corazón
cuando sentí tu Presencia
y descubrí la belleza
de tu entrega por amor.

No dejes que mi pereza
aniquile la certeza
que me brinda tu amistad.
No busco la eternidad
pues eternidad ya encuentro
cuando te descubro atento
a calmar mi sed de amar.

Renueva en mí la pasión
que me niegue yo al olvido
del hermano empobrecido
que sufre la explotación.
Que el bienestar no me anestesie
y el individualismo no me venza
quiero tejer redes nuevas
que busquen fraternidad
quiero vivir tu sueño
sin cálculo ni medida
que aprenda a entregarme yo
para que otros tengan vida.

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