Acuerdo “histórico” pero insuficiente en la #COP28

Acuerdo “histórico” pero insuficiente en la #COP28
FOTO | UNclimatechange. Vía flickr.com

Ya se ha clausurado la COP28. Desde mi punto de vista, la desbordante información sobre los éxitos de la COP28 oculta lo que a algunos nos parece fundamental: la información insiste en el “acuerdo histórico”.

Pero lo considero “insuficiente” porque no cuestiona un elemento esencial resaltado por Francisco en la encíclica Laudato si’ (LS, 2015) y ahora en la exhortación Laudate Deum (LD, 2023): los 200 países reunidos en Dubái no han querido cuestionar el “modelo de sociedad”.

Leemos en la Laudato si’: “111. La cultura ecológica no se puede reducir a una serie de respuestas urgentes y parciales a los problemas que van apareciendo en torno a la degradación del ambiente, al agotamiento de las reservas naturales y a la contaminación. Debería ser una mirada distinta, un pensamiento, una política, un programa educativo, un estilo de vida y una espiritualidad que conformen una resistencia ante el avance del paradigma tecnocrático. De otro modo, aun las mejores iniciativas ecologistas pueden terminar encerradas en la misma lógica globalizada. Buscar sólo un remedio técnico a cada problema ambiental que surja es aislar cosas que en la realidad están entrelazadas y esconder los verdaderos y más profundos problemas del sistema mundial”.

La expresión “clave” en la Laudato si’ es: “paradigma tecnocrático”, el modelo que ofrece la sociedad actual basado en el consumo, el capitalismo neoliberal, la economía de mercado. Lo cual genera un deseo de consumir y una incapacidad radical para vivir con menos, decrecer, contención, mesura. No como un ejercicio ascético sino como un modo de poder compartir con otros lo que tenemos.

Lo que he llamado paradigma ecosolidario, versus al paradigma tecnocrático.

Todos partimos de la misma convicción: nuestra casa común, la Tierra, está enferma. Los diversos comités científicos coinciden en que la crisis climática está ocasionada en gran parte  por la combustión de los combustibles fósiles, el carbón, el petróleo y el gas natural. El exceso de CO2 que esta combustión produce, lleva al desajuste de los procesos de la naturaleza.

Pero nuestra sociedad, basada en el consumo y en el dinero, no quiere renunciar al nivel actual de demanda de energía para la industria y los transportes. Por eso, el papa Francisco nos exhorta a “apostar por otro estilo de vida” (LS, 203), que esté movido por la “conversión ecológica” (LS, 220). Y que esta nos haga vivir con “feliz sobriedad” (LS, 223), valorando lo que es un saludable “decrecimiento” (LS, 193)

Pero dado que los grandes poderes no tienen voluntad política para controlar una sociedad basada en la “tecnocracia” (la esclavitud a la que lleva un modelo de sociedad basado en el crecimiento) (LS, 194), un mal menor es consensuar el uso de otros combustibles que no produzcan tanto desajuste ambiental.

Por eso, muchos activistas ambientales consideran que las palabras de los políticos en la COP28 son solo parches que justifican un “postureo” hipócrita para dar la impresión de que hacen algo por el cuidado de la casa común.

 ¿Un final esperanzador de la COP28?

El pasado día 12 de diciembre estaba previsto que finalizara en Dubái (Emiratos Árabes) la llamada COP28 que se inició el 30 de noviembre. La Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático del año 2023 [o la Conferencia de las Partes de la CMNUCC, más comúnmente conocida como COP28].

Pero la rivalidad entre productores de combustibles fósiles (como el petróleo, el carbón y el gas) y los que impulsan las energías limpias, verdes o renovables impidió que el día 12 se hubiera llegado a un acuerdo.

Este acuerdo ha llegado en “el tiempo de descuento”, casi como una sorpresa, y para algunos como un regalo imprevisto (no sabemos si envenenado). Por primera vez en tres décadas de cumbres del clima de la ONU, el acuerdo final incluye una mención explícita para poner fin a los responsables principales de la crisis climática: los combustibles fósiles. El anfitrión de la COP28 en Dubái la ha calificado de “histórica” por ese motivo. En cierto sentido, no puede dejar de serlo, dada la coyuntura crítica en la que se encuentra el mundo con 1,2 °C de calentamiento global y el aumento de los desastres climáticos.

Y, como en otras ocasiones, ha dejado el regusto de la insatisfacción en muchos a pesar de los tímidos avances y por el desconocimiento de si hay acuerdos ocultos entre las partes. Los intereses económicos de los grandes monopolios económicos y la estrechez de miras geopolíticas de los gobernantes de los casi 200 países participantes han impedido unos acuerdos más radicales que implicaran un cambio en el modelo neoliberal capitalista y tecnocrático de gestionar la casa común, la Tierra.  ​

¿Qué dice el acuerdo de la COP28 sobre los combustibles fósiles?

En algún momento pareció que no llegaría el acuerdo, pero la COP28 alcanzó el destino que se supone que deben tener las cumbres: un conjunto de decisiones legales, acordadas por todas las partes de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (CMNUCC).

Con un texto crucial —el fondo de pérdidas y daños— acordado justo al comienzo de la cumbre, el evento ha estado dominado por los debates en torno a los combustibles fósiles.

En particular, se ha prestado especial atención a la forma en que el texto sobre el balance mundial describirá el futuro de los combustibles fósiles. Este primer balance mundial es una respuesta al Acuerdo de París —el acuerdo verdaderamente histórico alcanzado en 2015 para limitar el calentamiento global a 1,5 ºC— y establece cómo los países llegarán a ese objetivo que actualmente están muy lejos de alcanzar.

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El texto acordado en Dubái “reconoce la necesidad de reducciones profundas, rápidas y sostenidas de las emisiones de gases de efecto invernadero en consonancia con las trayectorias de 1,5 °C y pide a las Partes que contribuyan a los siguientes esfuerzos mundiales, de manera determinada a nivel nacional, teniendo en cuenta el Acuerdo de París y sus diferentes circunstancias, trayectorias y enfoques nacionales…”

En cuanto a los combustibles fósiles, el acuerdo final insta a los países a: “[Hacer el proceso] para abandonar los combustibles fósiles en los sistemas energéticos, de manera justa, ordenada y equitativa, acelerando las medidas en este decenio crítico, a fin de lograr la reducción neta a cero para 2050, de conformidad con los conocimientos científicos”.

Los expertos de la COP están analizando cada palabra. Desde el débil lenguaje de las “llamadas” hasta la “transición a la eliminación” —muy lejos de la opción inicial de eliminación que querían los activistas— y el plazo recomendado.

¿Y qué pasa con las energías renovables?

En la misma sección del documento de acuerdo, el texto del balance mundial aboga por “Triplicar la capacidad mundial de energías renovables y duplicar la tasa media anual mundial de mejora de la eficiencia energética de aquí a 2030”.

Según los expertos en energía, se trata de una gran victoria. “Por primera vez, el mundo ha reconocido el grado de ambición necesario en esta década para construir un nuevo sistema de energías limpias”, afirma Dave Jones, del grupo de reflexión sobre energías limpias Ember.

Como se ve, están muy satisfechos. No tanto por el bien para la salud de la casa común, la Tierra, sino –sobre todo– por el gran negocio que supone para algunas empresas el desarrollo de las tecnologías que producen energías limpias, renovables y “verdes”.

Para resumir los avances de la COP28 de hoy, el presidente de la cumbre, Al Jaber, incluyó la movilización de más de 85 000 millones de dólares (78.800 millones de euros) en nuevos compromisos financieros, en todas las áreas climáticas.

La acción por el clima no puede esperar

La COP28 podía haber sido es una oportunidad crucial para tomar el rumbo correcto y acelerar la acción para afrontar la crisis climática, teniendo en cuenta los récords de las temperaturas a nivel mundial y los fenómenos temporales extremos que afectan a la población del planeta.

En la cumbre, los grandes políticos y empresarios del mundo han hecho balance del progreso establecido por el Acuerdo de París (tratado climático histórico firmado en 2015) y trazado el plan de acción para reducir las emisiones de forma drástica y proteger vidas y sustentos.

Los representantes de los 200 países asistentes a la COP28 partían de una cosmovisión consensuada: aceptar los datos de los paneles de científicos sobre cambio climático. Y aquí las posturas de los políticos son claras: para mantener un clima soportable (controlar el cambio climático sin cambiar el modelo liberal capitalista), se debe reducir cuanto antes la producción de carbón, petróleo y gas y triplicar la capacidad de energía renovable (eólica, solar, hidráulica y geotérmica) para el año 2030. Al mismo tiempo, se requiere de un aumento sustancial de la financiación para la adaptación e inversión en resiliencia climática. Pero uno de los problemas más conflictivos que estaban en cartera se refería a la restricción y desaparición progresiva del uso de los combustibles fósiles.

Nueva cuenta de acción climática

El impacto humanitario de la crisis climática estaba en el punto de mira en Dubái. Así, la OCHA (Oficina de las Naciones Unidas para la Coordinación de asuntos Humanitarios) lanzó una Cuenta de Acción Climática para proporcionar una vía adicional de financiación de las respuestas humanitarias a los desastres relacionados con el clima, como inundaciones, sequías, tormentas y calor extremo, y aumentar la resiliencia.

Esta Cuenta forma parte del Fondo Central para la Acción en Casos de Emergencia de la ONU, el cual ya destina entre un cuarto y un tercio de su financiación a desastres extremos relacionados con el clima cada año.

Según el Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático, unos 3500 millones de personas, casi la mitad de la humanidad, viven en zonas altamente vulnerables al aumento de las temperaturas. Este grave problema generará – según los expertos – que millones de seres humanos serán refugiados que huyen de la sequía en sus países y generarán millones de muertos por causa del hambre. Y los países ricos “temen” la llegada de miles de hambrientos a las costas de los países más ricos.

Hasta ahora se han prometido más de 650 millones de dólares y los defensores de las comunidades vulnerables presentes en Dubái han subrayado la necesidad de garantizar que los más afectados se beneficien de la financiación. Pero para muchos representantes de los países empobrecidos y desertizados, esta es una limosna insuficiente que solo limpia la mala conciencia de los causantes del hambre mundial.

Los políticos presentes en Dubái parecen haber regresado a sus casas con la buena conciencia de haber “hecho los deberes”. Pero muchos ciudadanos más sensibles piensan que es un “parche”, un “postureo” para presentar una imagen ante el mundo de solidaridad y humanidad.

Pero, como leemos en la exhortación del papa Francisco Laudate Deum: “… No puedo negar que es necesario ser sinceros y reconocer que las soluciones más efectivas no vendrán sólo de esfuerzos individuales sino ante todo de las grandes decisiones en la política nacional e internacional” (núm. 69).

 

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