Una ideología perversa

Una ideología perversa
La ministra del Interior del Gobierno del Reino Unido, destituida al escribir estas líneas, estaba planteando restricciones para el uso de tiendas de campaña por parte de personas que duermen en las calles de las ciudades por falta de vivienda y su situación de exclusión social, unida a veces a problemas con el alcohol.

Pretende introducir un nuevo delito para que las organizaciones sociales que atienden a los «sintecho» dejen de proporcionarles tiendas para evitar el frío y la lluvia, y les amenaza con multas. Sus palabras no tienen desperdicio: «A menos que adoptemos medidas ahora para frenar esto, las ciudades británicas irán por el mismo camino que lugares en Estados Unidos, como San Francisco y Los Ángeles, donde políticas débiles han llevado a una explosión de crimen, drogadicción y miseria». «Practican una mendicidad agresiva, robos, consumo de drogas (…) llenan de basura y son una plaga para nuestras ciudades». Añade la ministra que hay dos clases de «sintecho», los «genuinos» y la nueva gente que «viven en la calle como una elección de un estilo de vida (…) el país no puede permitir que sus calles sean tomadas por filas de tiendas de campaña de personas principalmente del extranjero».

Son palabras que destilan una ideología perversa con una gran dosis de inhumanidad, la de culpabilizar y criminalizar a los pobres y a quienes los asisten. Como denuncia un sindicalista británico, «existe la intención política de deshumanizar a la gente y crear un chivo expiatorio para la sociedad». Desde esa ideología perversa se eluden dos cosas esenciales: las causas de la exclusión social (como la brutal desigualdad que empobrece, la falta de respeto del derecho a techo, la falta de políticas económicas justas…) y la igual dignidad de toda persona que exige no hablar de nadie en esos términos.

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