Seguridad de los alimentos

Seguridad  de los alimentos
La Unión Internacional del Trabajadores de la Alimentación (UITA) alerta de la amenaza que suponen las políticas del primer ministro británico, Boris Johnson, para la seguridad de los alimentos. Ciertamente, los fundamentalistas del neoliberalismo, que se envuelven en palabrería populista, como es el caso de Johnson, son peligrosos en muchos aspectos, también en este.

Poco después de hacerse efectivo el brexit, Johnson decía: «Hay algo como si los alimentos de Estados Unidos fueran de alguna manera inferiores y yo miro a los estadounidenses y los veo bastante bien nutridos…, así que, cortemos un poco con la paranoia de este argumento». Según Johnson la política alimentaria del Reino Unido «se regirá por la ciencia, no por galimatías…, hay que liberar a la sociedad de las reglas que restringen la tecnología de modificación genética». Lo que Johnson defiende en realidad son los intereses comerciales de EEUU. Y de las grandes corporaciones multinacionales de la agroindustria y la alimentación, que quieren vender todo lo que les da rentabilidad, se produzca como se produzca y a costa de lo que sea. Quiere acabar con las normas que dificultan la importación de alimentos baratos y subsidiados de EEUU y sustituir las normas de seguridad en los alimentos que rigen en la Unión Europea por otras mucho más débiles y favorables a las grandes empresas.

La UITA denuncia que este tipo de políticas, desreguladoras y de falta de control, son claramente contrarias a la protección de los trabajadores y trabajadoras, del medio ambiente y de los consumidores. Están ampliamente documentados los graves problemas que determinadas formas de producción de alimentos provocan en la salud de los trabajadores y trabajadoras que los producen, en los consumidores y en el medio ambiente. Pero nada de eso parece importar, solo la rentabilidad para quienes controlan gran parte de la producción de alimentos. Las limitaciones puestas a esa situación es lo que Johnson llama «galimatías» y «paranoia». De lo que se trata, señala la UITA, es de que «las aves de corral tratadas con cloro, la carne de vacas criadas con hormonas de crecimiento y los cereales modificados genéticamente, adictos a la aplicación masiva de plaguicidas patentados, lleguen a los estantes de los supermercados sin requisitos de etiquetado. Todo en nombre de una “ciencia” que oculta estar dominada por el poder de las grandes empresas».

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En el fondo hay una lucha constante entre normativas alimentarias como las de la UE que, aunque mejorables en muchos aspectos, son mucho más justas y sensatas que las de EEUU, infinitamente más favorables a los intereses de las grandes empresas.

Las normas de inocuidad de los alimentos parten de premisas muy distintas. En EEUU se presupone que los alimentos son inocuos hasta que se demuestre lo contrario; en la UE prima el principio de precaución: antes de llegar un producto al mercado hay que acreditar que es inocuo. «Este enfoque, dice la UITA, salva vidas». Los datos que ofrecen las autoridades sanitarias, tanto de EEUU como de la UE, así lo acreditan. Los problemas de salud relacionados con los alimentos son mucho menores en la UE.

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