No perdamos el hilo

No perdamos el hilo
El hilo de las redes que hemos ido tejiendo. En tiempos de eremitismo sanitario, hemos hecho de la necesidad virtud, organizándonos con personas del vecindario que, incluso estando tan cerca, nunca habíamos ni siquiera saludado.

O con otras que, estando lejos, hemos creado lazos más o menos duraderos para atender necesidades, trabajar en coordinación, formarnos, debatir, etc.

La tan cacareada «nueva normalidad» enseña la patita a medida que las medidas excepcionales se relajan –o las relajamos por nuestra cuenta y, nunca mejor dicho, riesgo– y se parece sospechosamente a la que ya conocemos: recortes, precariedad, atropello de derechos, desalojos, violencia de género, deterioro de la vida pública, cambio climático, etc. En algunos aspectos, empeorada.

Si cuando ha hecho falta nos hemos arremangado y no hemos necesitado más que a nuestros iguales para tomar cartas en el asunto, no perdamos tan valioso hilo, ahora que hemos ganado tanto, ahora que hemos aprendido a tejerlo con tanta eficacia.

En las redes vecinales hemos obtenido respuesta de dónde está el fontanero cercano y eficiente, la tienda donde comprar alimentos de proximidad, las propias tiendas de barrio –al menos, en el mío, pero creo que no solo– se han puesto al servicio de los vecinos, donando recursos para las despensas solidarias o cosiendo mascarillas; nos hemos pasado trucos caseros y sostenibles y hemos felicitado con carteles en el balcón al vecino en su cumpleaños; nos hemos enterado de la vecina que necesitaba que le hiciéramos la compra, y se la hemos hecho, de quién estaba amenazado de desahucio (a pesar de la prohibición) y hemos presionado como hemos podido. Hemos hecho frente, en fin, lo mejor que hemos sabido a los problemas grandes y pequeños. Ahora se trata de seguir, con la ventaja de que podemos juntarnos, celebrarnos y ponernos cara, que, como escribió Juan de la Cruz, gran sabio: nada como la presencia y la figura.

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Han vuelto los desahucios, pero parece que ahora va más gente y cuesta menos pararlos. Muchas familias han salido del confinamiento en peor situación económica, pero eso no las ha detenido para salir a protestar contra el racismo y los abusos policiales. Cuando escribo estas líneas, se preparan manifestaciones en todo el país reclamando sanidad pública universal sin recortes, porque hemos aprendido que los aplausos no bastan. El movimiento contra el cambio climático vuelve a las movilizaciones (por cierto: los cinco primeros meses de 2020 han sido los más calurosos desde que existen registros: no bajemos la guardia).

Resulta que, si queremos una normalidad nueva, mejor nos la construimos nosotros y nosotras, y creo que lo mejor es empezar por seguir tejiendo. Así nos aseguramos de que sea a nuestro gusto, al de todos y todas, sin exclusiones ni olvidos. Como dijo aquel, «solo el pueblo salva al pueblo». No solo seremos más fuertes para defender nuestros derechos. Construiremos una sociedad trabada, autónoma, concienciada, empática. Eso son las redes. Quien lo probó, lo sabe.

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