Inclemencia y compasión

Inclemencia y compasión
Todos pudimos ver la información: «Al menos siete muertos y miles de viviendas arrasadas en el incendio de un campo de refugiados rohingya en Bangladesh».

En un comunicado, la Subcomisión Episcopal de Migraciones manifiesta «su estupor ante una emergencia humanitaria no suficientemente atendida por el conjunto de las naciones» y reclama «una respuesta de solidaridad, compasión, generosidad y un inmediato compromiso efectivo».

A su vez, los obispos europeos invitan a la UE «a promover un contexto de acogida justo y equitativo para los migrantes; protegiendo a los pobres y más vulnerables, teniendo en cuenta siempre la centralidad de la persona». Son tantos los atropellos que sufren las personas en nuestro tiempo, que corremos el peligro de acostumbrarnos como si tal cosa. Las informaciones e imágenes de seres humanos que pierden su vida en el mar o llegan desvalidos a Canarias, en seguida son sustituidas por otras que desvían nuestra atención a la tragedia. Pero las atrocidades quedan ahí, a cuenta de esta humanidad de la que todos somos parte.

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