Valores que contribuyen a la dignidad en el trabajo y de los trabajadores más vulnerables

Valores que contribuyen a la dignidad en el trabajo y de los trabajadores más vulnerables
Valores que contribuyen a la dignidad en el trabajo y de los trabajadores más vulnerables. Nuestro papel en su defensa en una democracia y un Estado de derecho, con miras a la sostenibilidad.

Ponencia impartida en el Seminario internacional “Preservar el Estado de derecho y una democracia que funcione como requisito previo para la prosperidad social: el papel de las organizaciones de trabajadores“, organizado por el Movimiento de Trabajadores Cristianos de Portugal (LOC/MOC) del 13 al 16 de octubre en Marinha Grande.

I. Contexto social en que se desarrolla nuestra vida social y la dinámica política

a) Un contexto marcado por una profunda mutación social

Dicen los expertos que vivimos un cambio de época, profunda, una mutación social y cultural, una transformación tan profunda que marcará un antes y un después en la historia humana.

En lo que llevamos del siglo XXI hemos vivido tres crisis: la del 2007, la pandemia de la Covid y ahora la guerra de Ucrania. Todas ellas en el marco del modelo social construido por el neoliberalismo. Sus efectos y consecuencias son muy similares en todas ellas: incremento de la desigualdad, precariedad, paro, exclusión, empobrecimiento, dolor y sufrimiento creciente, para millones de seres humanos, víctimas de la injusticia social de un sistema que mata, porque impide que las personas y familias puedan vivir con dignidad.

Si nos fijamos en los países de nuestro entorno, la sociedad que nació tras la segunda guerra mundial, gracias a las luchas políticas, sociales y sindicales lograron que se implantara el “Estado de bienestar”, aunque no de manera igual en todos los países, pero no olvidemos que este se implantó, solo en los países ricos, edificándose sobre el empobrecimiento y el endeudamiento de los países pobres.

El estado de bienestar asentado en algunos países e incipiente en otros, empezó a desmoronarse tras la década de los 80 del siglo pasado. En los últimos años se ha acelerado por los cambios que vivimos, dejando al descubierto el verdadero rostro inhumano del neoliberalismo y lo que está provocando, destrucción del estado social y de derecho conquistado con tanto esfuerzo, y de la casa común la quiebra de la democracia y del papel del estado y lo que es más grave, la deformidad y disolución de nuestra humanidad.

Cambios y transformaciones que traen de la mano nuevos valores que sin apenas percibirlo están modificando e impidiendo la vida de los seres humanos, las relaciones humanas y sociales, la vida familiar, el trabajo, la política. Veamos algunos de ellos:

b) Los valores de nuestra sociedad

El modelo social se sustenta en una manera determinada de orientar la economía, la capitalista, en el individualismo como principio racionalizador de todo y en la cultura consumista como dinámica central de la vida social.

El economicismo sitúa al dinero y a la rentabilidad en el centro de la vida personal y social y genera un tipo de persona acorde a la lógica capitalista. Cuando todo se valora desde la óptica de la rentabilidad, el trabajador se considera al igual que cualquier objeto, elegible, sustituible, prescindible y desechable. Como recuerda el papa Francisco al trabajador se le roba la dignidad, al impedirle su acceso al mercado laboral y/o al considerarlo un objeto que se usa cuando interesa y cuando no se deja en la cuneta (en las filas del paro o en la exclusión social). Y lo que es peor, los propios trabajadores asumen que como cualquier producto han de venderse en el mercado competitivo, para poder ser contratados y no ser descartados y cuando no se logra esto, se les responsabiliza a ellos, ocultando las causas estructurales de la pobreza y el descarte, y autoculpabilizando a los pobres de su situación.

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El economicismo devora la naturaleza sin escrúpulos, establece relaciones sociales injustas, produce empobrecidos y deshumanización.

En un mundo donde el individualismo es el principio racionalizador de todo, también los trabajadores van asumiendo como algo natural y normal, la individualización de las relaciones laborales que debilitan profundamente el ser y la identidad de las personas, perdiéndose la conciencia colectiva y la solidaridad de clase. El individualismo favorece que la persona cada día esté más alejada de lo que es más propio de su humanidad.

El consumismo todo lo convierte en objeto de consumo, incluida la persona y la acción política. Cuando el neoliberalismo penetra en la concepción de lo que es y significa la política da una versión reduccionista de ella, la hace irrelevante, al considerarla como algo propio de los políticos y a las personas les basta con votar cuando se convoquen las elecciones. Las decisiones sobre los problemas que afectan a todos las toman los representantes elegidos democráticamente y los gobiernos quedan supeditados a los poderes económicos que son los que en el fondo deciden. Las personas en la mayoría de casos, quedamos como espectadores de cómo ellos ejercen su acción política. Este reduccionismo de la política, le hace perder su sentido transformador.

Decía Saramago hace años, antes de que hubiera una conciencia colectiva, del control que ejercen sobre los países, organizaciones como el Consejo Europeo, el Banco Central Europeo o el FMI, que el “poder real es económico, no político, entonces no tiene sentido hablar de democracia”. Decía esto porque realmente son esas instituciones y algunas otras corporaciones financieras las que dirigen el rumbo de los países y de quiénes vivimos en ellos.

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