Portadores de esperanza

Portadores de esperanza
Foto | Patiwat Sariya (Vecteezy)

Mi compromiso con la realidad de las migraciones comenzó cuando asumí la coordinación del proyecto de educación intercultural en el centro educativo donde trabajaba, y cuando en la HOAC abordamos las «condiciones de vida y trabajo de las personas migrantes», formando parte del sector de migraciones.

Posteriormente, en enero de 2017, la diócesis puso en marcha el Secretariado Diocesano de Migraciones, en el que participo desde entonces, aceptando el desafío de vivir el Evangelio y la militancia en esta pastoral de periferias.

La experiencia está siendo un regalo y una oportunidad de crecimiento personal y comunitario, que me ha cambiado la mirada y me interpela constantemente. Vivo con gratitud mi voluntariado en los proyectos de Boscoeduca, de la Fundación MAIN (Salesianas), que me permite reconocer y tocar al mismo Cristo en la juventud migrante que acompaño (Mt. 25, 35), impartiendo clases de español y participando en actividades formativas y socioculturales. Me alienta ver la gran cantidad de entidades eclesiales y sociales que se desviven por acoger, acompañar y promocionar a estas personas y poder trabajar de manera colaborativa. Sin embargo, estamos viviendo experiencias dolorosas, como la injusta realidad del CIE y otros centros de internamiento, las incesantes noticias de muertes en el mar, o descubrir actitudes racistas y xenófobas dentro de la propia Iglesia.

En el secretariado vamos recorriendo el camino con las personas y organizaciones que luchan por los derechos de las personas migrantes, propiciando su conocimiento y reconocimiento, trabajando en red y en comunión, siendo voz profética desde una espiritualidad samaritana y aprendiendo a encontrar y desvelar el rostro de Dios en las vidas de estos hermanos y hermanas más vulnerables. Interactuamos también con otras pastorales a través de la Mesa Diocesana de Migraciones, lo que nos permite ir haciendo realidad «un nosotros cada vez más grande».

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