Un mundo enfadado

Un mundo enfadado
Un padre y un hijo. Y el mar insondable.

Padre Y aquí fue donde tu tío murió.
Hijo ¿Cómo?
Padre Colisionó con una embarcación. Muchos hemos muerto así en la familia.
Hijo ¿Duele morirse?
Padre Así sí, duele.
Hijo Yo nadaré más hondo y ni me tocarán. Soy fuerte.
Padre Eso está bien.

Silencio. Nadan juntos.

Hijo ¿Y ahora? ¿Por qué no se oyen? Ya no se oye nada.
Padre No lo sé. Algo está pasando desde hace días.
Hijo ¿Se han ido?
Padre No tienen donde irse, creo. No hay dos planetas.
Hijo Pues es un rollo. Yo me entretengo escuchándolos. Imagino cosas.
Padre Hijo, sin ruidos es más fácil encontrar la comida. Te darás cuenta cuando tengas que buscarla. Nosotros necesitamos el silencio para vivir.

Un delfín mular les saluda, camino a la costa.

Padre Está contento, sabe que se puede acercar más a la costa que nunca.
Hijo ¿Podemos ir con él?
Padre No. No podemos. Aún eres muy pequeño. Vamos a bucear más hondo.
Hijo ¿Para buscar más silencios?
Padre El mar siempre invita a bucear, a abandonarse, solo así adivinamos lo que quiere. El mar te acuna, hijo, y te mece en su sueño ondulante.

Padre e hijo se sumergen más profundamente. Se cruzan con restos de basura.

Padre Mira, bolsas de plástico, tapones, cuerdas, cables, redes…
Hijo Y ropa…
Padre No abras la boca ahora, podrías tragarte algo.

El hijo habla con la boca cerrada.

Hijo ¿Si se han ido por qué no se llevan sus cosas del mar?

El padre no contesta porque no le entiende. Cuando pasan de largo las basuras el niño abre la boca.

Hijo ¿Ya?
Padre Sí.
Hijo Que si se han ido, ¿por qué no se llevan sus cosas?
Padre Ya no les sirven…
Hijo ¿Y nos las regalan?
Padre No, las tiran aquí.
Hijo Ayer jugué con una botella…
Padre No debes.

Pausa.

Hijo ¿Qué es lo contrario del ruido?
Padre Pues… el silencio. Pero, como tú no te callas nunca, pues no sabes lo que es.
Hijo Papá…

Silencio.

Hijo Es como que los oídos se vuelven lo más importante porque están atentos pero sin cansarse de estar pendientes de algo, ¿no?
Padre Más o menos.
Hijo ¿Y cuánto dura?
Padre Dura lo que dura el agua. Mientras haya agua, habrá silencio.
Hijo Ah…

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Pausa.

Hijo Entonces, para qué sirve, ¿para buscar mejor nuestra comida o para escucharse mejor?
Padre Las dos cosas. También sirve para saber lo que somos.
Hijo Somos peces.
Padre Mamíferos.
Hijo Mamíferos pero más cerca de los peces… ¿Arriba estará también todo silencioso?
Padre Eso parece.
Hijo ¿Qué les habrá pasado? ¿Estarán enfadados como cuando tú te enfadas con la mamá?
Padre Creo que es un enfado más grande.
Hijo ¿Cómo de grande?
Padre Tan grande como el enfado de una montaña agujereada que gime de dolor, sumado al enfado de la hierba que la cubre porque olvidaron que era tan importante como un camino de estrellas y la sepultaron con asfalto, el enfado del árbol arrancado de la tierra como un astilla se arranca antes de tirarla al cubo de la basura, el enfado de la zarzamora que debería adornar los salones del cielo y ahora está rodeada de semillas Monsanto, el enfado del gneis, del carbón, del musgo de largos filamentos, de las frutas, los granos, las raíces comestibles (*)… el enfado de nuestros abuelos perseguidos por el hedor del progreso… la tierra entera está enfadada porque la han desangrado, por eso no los oímos, porque se esconden de su enfado… el aire, lleno de 5G, está enfadado… hasta el sol quiere apagarse para dejar de ver tanta injusticia con su hermana tierra…

Silencio.

Hijo Nosotros… ¿estamos también enfadados?
Padre Nosotros, hijo, somos el contrapeso a lo que ocurre allá arriba, y buceamos hondo para visitar las entrañas de la tierra y acariciarla con nuestra presencia.
Hijo No sabía…

Pausa.

Hijo ¿Y cuánto dura un mundo enfadado?
Padre ¿No querías saber para qué sirve el silencio?
Hijo Sí.
Padre Pues para guardar las preguntas que llevamos dentro y para que las preguntas no dejen de preguntar.

Pausa.

Hijo Papá, ¿me dejas bucear solo un momento? No me iré muy lejos.
Padre Ve.

El hijo bucea más hondo. Es la primera vez que se aleja tanto de él. Un silencio vigoroso y fértil se apodera del mar.

(*) En cursiva los versos son de Walt Whitman, Hojas de hierba. Traducción de Jorge Luis Borges. Ed. Lumen. Bcn, 1969.

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