Soñemos un mundo del trabajo más humano

Soñemos un mundo del trabajo más humano

El papa Francisco, en el mensaje para la Cuaresma de este año, nos dice que «el testimonio de muchos hermanos obispos y de un gran número de aquellos que trabajan por la paz y la justicia me convence cada vez más de que lo que hay que denunciar es un déficit de esperanza. Es un impedimento para soñar, un grito mudo que llega hasta el cielo y conmueve el corazón de Dios».

En este tiempo de Cuaresma, propicio para escuchar la Palabra de Dios y dejarnos interpelar por las llamadas que de ella nos llegan, es momento de renovar nuestro compromiso de presencia en las realidades más degradadas y marginadas de nuestros barrios, y en los lugares de trabajo donde se sufre la precariedad y la exclusión. A lo que hay que añadir la lacra de la siniestralidad laboral; en muchos de los lugares de trabajo se incumplen de forma sistemática las medidas de seguridad más básicas.

Y esto provoca muchos accidentes laborales. En Granada en 2023 se produjeron 73 accidentes laborales graves, encontrando la muerte 16 trabajadores. El segundo peor año de los últimos quince, solo por detrás de 2019. Como cristianos llamados a evangelizar en el mundo del trabajo no podemos permanecer indiferentes ante este drama humano que rompe la trayectoria vital de las familias. Debemos redoblar nuestros esfuerzos por acompañar a las familias, no solo en los trámites tan dolorosos de esclarecer el accidente y defender el derecho a recibir una indemnización justa, también en la recuperación emocional de las personas, tanto en lo psicológico como en lo espiritual. Acompañar a las familias en el proceso de recuperación personal de cada uno de sus miembros es un deber humano y cristiano.

Este tiempo de Cuaresma es buen momento para cargar nuestras mochilas de esperanza y soñar con unas mejores condiciones laborales que hagan posible una vida digna en los lugares de trabajo, como el trabajo en el hogar, en el de cuidados y en el campo… Donde como todos y todas sabemos la mayoría de los que en estos lugares trabajan son mujeres y hombres inmigrantes, muchos de ellos en situación irregular y, por tanto, sin posibilidad de tener un contrato de trabajo.

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La consecuencia inmediata de esta situación es que estas personas reciben unos salarios por debajo de lo establecido en los convenios, no pueden cotizar a la Seguridad Social y, por tanto, no podrán percibir una pensión al jubilarse.

Estas situaciones de falta de cumplimiento de las normas de seguridad e higiene en el trabajo y las situaciones de precariedad que sufren los trabajadores y trabajadoras más vulnerables, que carecen de condiciones para tener un contrato de trabajo digno y con derechos no podrá revertirse, nos obliga a todas y todos a luchar por hacerlo posible, a ello nos anima el papa Francisco: «Soñemos juntos, porque fueron precisamente los sueños de libertad e igualdad, de justicia y dignidad, los sueños de fraternidad los que mejoraron el mundo. Y estoy convencido de que en esos sueños se va colando el sueño de Dios para todos nosotros, que somos sus hijos» (Mensaje del papa Francisco a los asistentes al IV Encuentro Mundial de Movimientos Populares de octubre de 2021).

Es una obligación nuestra, como cristianos y cristianas enviados por la Iglesia a evangelizar el mundo obrero y del trabajo acompañar a estas personas en los procesos de regularización de su situación administrativa, defender unas condiciones de trabajo dignas, e incorporarse plenamente a la vida social y asociativa allí a donde viven.

 

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