La Iglesia que escucha y camina con el mundo del trabajo

La Iglesia que escucha y camina con el mundo del trabajo

¿Se hace presente la Iglesia en el mundo del trabajo y viceversa? ¿Cuál es el estado de la cuestión? ¿Es pertinente este diálogo? Estos interrogantes son una invitación a reflexionar a partir de constatar que la Iglesia y las organizaciones del mundo del obrero y del trabajo comparten un lugar común: el trabajo decente para todos y en todo lugar.

Con este texto, publicado hoy, Primero de Mayo, aporto una opinión particular de quien sigue –por militancia y por vocación– “el rumbo de los acontecimientos” desde la dirección de un medio de comunicación especializado, como es la revista y diario digital Noticias Obreras, y que tiene entres sus objetivos editoriales tender puentes y acoge culturas y saberes de la Iglesia y del mundo del trabajo.

En este día de lucha y de fiesta –necesaria también para humanizarnos– convergen los anhelos de democracia y de trabajo decente para una vida buena de los trabajadores y de las trabajadoras, con la festividad eclesial de san José Obrero, cuyo sueño de justicia social expresado por el papa Francisco, está basado en “tierra, techo y trabajo para todos” (Cfr. Fratelli tutti, 127). Es una oportunidad para explorar la naturaleza de esta relación –obviamente limitada por cuestiones de extensión– ponerla en valor, situarla en la perspectiva de mejorar ese caminar juntos atendiendo las situaciones y nuevas realidades del mundo del trabajo, que permitan priorizar el bien del pueblo (ídem, 162).

La pastoral obrera de toda la Iglesia

La pastoral obrera de la Iglesia española despliega una labor fundamental para acercar la doctrina social de la Iglesia (DSI), a la realidad cotidiana de los trabajadores y de las trabajadoras. Ejemplos concretos de esta tarea se incluyen en las prioridades pastorales expresadas en Fieles al envío misionero, documento con las orientaciones y las líneas de acción para la Iglesia de España, que expresa el sentir y el compromiso de responder a cómo evangelizar, trasladar una buena noticia, en una sociedad actual “desvinculada, desconfiada y enfrentada”.

Los obispos se plantean –según el documento– acompañar a los trabajadores pobres, precarios y descartados; promover encuentros para el diálogo con sindicatos “compartiendo nuestra visión del trabajo, buscando caminos de humanización en el mundo del trabajo, creando puentes entre la Iglesia y esta realidad social” o respaldar iniciativas como Iglesia por el Trabajo Decente, entre otras cuestiones.

Hoy, estas orientaciones están siendo impulsadas por la pastoral del trabajo, que cumple además 30 años de aquel documento –La Pastoral Obrera de Toda la Iglesia– que ya reconocía la clave del trabajo como prioridad de toda la Iglesia española, un tema también esencial en el pontificado de Francisco. Toca –y esperamos– una reflexión de todo este proceso. De sus “alegrías y penas”, de esa “lluvia fina” que cala hasta los tuétanos –que diría monseñor Algora– que está haciendo florecer esta pastoral en las diócesis del país para seguir tendiendo puentes entre la Iglesia y el mundo del trabajo.

Durante los últimos años, el dinamismo de la pastoral del trabajo ha sido capaz de abordar los debates actuales de la situación del mundo laboral (reforma laboral, reducción de la jornada laboral…) convocar y escuchar a empresarios y sindicatos junto con determinados obispos; a víctimas de accidentes laborales; a ejercer una denuncia profética a partir de cada una de sus jornadas generales; a animar la pastoral en las distintas diócesis…

Los movimientos especializados de la Iglesia

Por su parte, los movimientos especializados de la Iglesia, como la Hermandad Obrera de Acción Católica (HOAC) y la Juventud Obrera Cristiana (JOC), sus militantes y organizaciones diocesanas, desempeñan un papel crucial en el acompañamiento y el cuidado con personas y situaciones concretas del mundo del trabajo. Mediante el discernimiento entre la fe y la vida, entre DSI y compromiso en el ambiente, a través de la formación, el acompañamiento y la acción de sus campañas, que son parte del dinamismo evangelizador a las realidades sufrientes, estos movimientos promueven la presencia de la Iglesia en los ambientes populares, en el mundo obrero.

Las buenas relaciones que existen entre estos movimientos especializados con las organizaciones sindicales, en el ámbito general y en el diocesano, se manifiestan cotidianamente a través de encuentros de diálogo… Puentes que se han ido construyendo, más allá de su génesis histórica, en una relación de cercanía y confianza que permite tejer vínculos de fraternidad, favoreciendo además el encuentro entre obispos y sindicatos para abordar realidades y reflexiones en el ámbito local.

Esto contrasta con las inexistentes relaciones, al máximo nivel, entre la Conferencia Episcopal Española y los sindicatos CCOO y UGT. Pese a esta “anomalía democrática”, que habría que superar desde la voluntad recíproca de querer escucharse, es importante reconocer los recientes y tímidos avances que se están produciendo en temas como el drama de la siniestralidad laboral.

En el mundo del trabajo existe un conflicto que es social y antropológico, provocado por la vieja lógica capitalista de anteponer el dios del dinero, y su supremacía, véase Evangelii gaudium, frente a la dignidad de cada persona y a la capacidad creadora del trabajo. A nadie se le escapa el descarte y la muerte que esto provoca en millones de personas.

Esta realidad sufriente nos sitúa ante un lugar, unas periferias existenciales y materiales, que requieren un mayor compromiso con “la clave del trabajo” hacia afuera, pero también hacia adentro de la Iglesia de manera transversal, con el resto de pastorales, pues al reconocer que el trabajo es una prioridad de la Iglesia universal –el gran tema–, este debe tener un desarrollo en las distintas pastorales de la Conferencia Episcopal. Por poner un ejemplo, una clara transversalidad debe darse en la pastoral de migraciones cuando atiende y cuida realidades de trabajadoras y trabajadores migrantes.

En última instancia, la presencia de la clase obrera en la Iglesia y de la Iglesia en la clase obrera se manifestará en el esfuerzo conjunto de incidir en la construcción de ese “lugar común”, que promueva una sociedad más fraterna, solidaria y justa, donde cada persona sea reconocida en su dignidad como hija e hijo de Dios.

 

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